Por: Gabriela Montalto
Es muy difícil imaginar un mundo sin tecnología y digitalización. Aunque recuerdo perfectamente cuando no había celulares ni computadoras y menos wifi, hoy me costaría muchísimo adaptarme a un mundo sin ellos. Soy Informática de profesión. Me maravillé siempre ante aquellos aparatos que me permitían, a través de programación, crear sistemas y procesos que agilizaron y flexibilizaron muchas actividades. Hoy me maravilla que, al alcance de mi mano, tengo un dispositivo (o varios) en el que caben cantidades inimaginables de datos, información, fotos, videos, audios y que me conecta en segundos con el resto del mundo.
A pesar de todos los beneficios y cambios que el desarrollo tecnológico nos trae, aquellos dispositivos específicamente dedicados a trabajo, a comunicar y a entretener como las computadoras personales, el wifi y el celular, tienen su “dark side” (lado oscuro) en nuestro bienestar. En realidad, tiene más de uno, pero al que quiero referirme acá es al conocido como Technostress.
Hace poco di un taller sobre Manejo del Stress y caí en cuenta, que casi todos los participantes sufren de este tipo de tensión, término en inglés que fue acuñado en 1984 por el psicólogo americano Craig Brod y se refirió a él como “el costo humano de la revolución de las computadoras”. El mismo Brod, la define como una “enfermedad moderna de adaptación causada por la inhabilidad de interactuar con las nuevas tecnologías computacionales de una manera sana”.
El Technostress se puede presentar de dos formas: una es la imposibilidad de relacionarse con toda la tecnología que se presenta en nuestras vidas y la otra, su opuesto, es adoptarla de tal manera que no dejamos espacio para otras cosas. En esta segunda forma y para ilustrar hasta donde se puede llegar, se ha identificado un miedo llamado “nomofobia” que es el terror que experimenta una persona cuando no tiene su teléfono celular a mano.
Este tipo de stress se va extendiendo más cada día, afectando nuestro trabajo, nuestras relaciones familiares y personales y la salud. Tiene alto impacto negativo en nuestras actitudes, pensamientos, comportamientos y creencias.
Es considerado ya un síndrome, con síntomas muy específicos en el sistema cardiovascular y circulatorio, en el sistema nervioso y en otros sistemas incluyendo el inmunológico: hace que nuestro corazón se acelere, padecemos dolores de cabeza intermitentes, nos irritamos con facilidad, tenemos dolores musculares en la espalda, molestias en las manos y en los dedos, súbitas apariciones de alergias, insomnio constante (no permitiendo que los procesos regenerativos normales se den y afectando la energía de las personas, las cuales empiezan a sentir fatiga crónica) e incluso se puede llegar a tener una pérdida del deseo sexual.
En el trabajo, algunas de las consecuencias pueden ir desde el abstencionismo constante hasta la pérdida total de compromiso y efectividad en el desempeño, el no trabajar en equipo, el procrastinar constantemente, el convertirse en una persona cínica que no valora ni la empresa, si el liderazgo ni a sus colegas.
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¿Cómo podemos saber si tenemos este tipo de stress? Muy fácil. Si sus respuestas a estas situaciones son todas sí, es probable que usted esté sufriendo de Technostress:
Tengo el celular siempre encendido.
Me despierto varias veces en la madrugada para chequear mis redes sociales.
Lo primero que hago al despertar es ver el celular.
Mi consumo de entretenimiento es casi exclusivamente a través de la internet.
Contesto los emails apenas entran sea la hora que sea.
Durante el fin de semana continúo conectado con temas de trabajo.
La clave para bajar el Technostress es la autorregulación: tener consciencia del problema y de que nadie puede hacer un cambio de hábitos excepto nosotros y que tenemos que hacer un Shift y un Reset de nuestro consumo tecnológico.
Apaguemos nuestros dispositivos antes de que estos nos apaguen a nosotros. Turn it off!
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