Según el informe “Fintech en América Latina 2018: crecimiento y consolidación”, presentado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Finnovista, alrededor del 35% de las empresas fintech de Latinoamérica fueron fundadas por mujeres o hay una mujer en su equipo fundador, y México encabeza la región con 31% seguido por Colombia con el 14% y Brasil con el 12% del total en Latam.
De esta manera, México cuenta con el porcentaje del 41,4% de fintech constituidas por mujeres, pero no podemos dar por acabado el sesgo de género, ya que las empresas de tecnología financiera con fundadoras mujeres todavía enfrentan retos por el simple hecho de ser una empresa con mujeres a la cabeza; estas empresas reciben 15% menos de fondos que aquellas formadas por hombres y el 45% no recibieron financiamiento externo.
En este sentido, la participación y diversidad laboral de las mujeres en fintech desarrolla un mejor posicionamiento, ya que ellas traen la diversidad a sus equipos, tienen soft skills potentes como la adaptabilidad al cambio, mejor manejo de crisis, liderazgo positivo e inteligencia emocional.
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En Latinoamérica alrededor del 80% de dichas compañías cuentan con al menos una mujer en su equipo de trabajo y el 30% del personal son mujeres; el porcentaje de emprendimiento en México se encuentra en 9,6% con más de la mitad de mujeres en su equipo.
Igualmente, el sector fintech busca la inclusión equitativa de mujeres, por lo tanto, es necesario visibilizar, fortalecer la clasificación de las mujeres en fintech, promover un enfoque de género en las políticas públicas regionales y la participación laboral femenina. Asimismo, resulta preocupante la situación de la mujer como cliente y consumidora de los servicios de fintech, ya que se necesitan servicios financieros como mecanismos de pago costo-efectivos, seguros, créditos y cuentas bancarias adecuados al contexto de cada mujer
Para esta inclusión se necesitan entender las barreras que las mujeres desafían y así diseñar medidas acordes a las circunstancias. Por ejemplo, el acceso a productos de ahorro proporciona a la mujer mayor productividad, privacidad e independencia de sus recursos; evidentemente no se puede englobar a todas las mujeres de América Latina en una misma esfera, pero hay ciertas restricciones que las mujeres en general sufren dentro del sector financiero en función de la demanda tales como limitaciones de tiempo y movilidad, normas culturales y sociales, las cuales acaban con los incentivos para la solicitud de servicios financieros adecuados, acceso limitado a la información y redes apropiadas.
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Con respecto a la oferta, las mujeres tienen restricciones legales en términos de derecho de propiedad de la tierra, deficiencia en la infraestructura financiera, los productos, servicios y mecanismos financieros no se adaptan a las necesidades que conforman el mercado femenino y, por supuesto, existen sesgos de género en las prácticas de las instituciones financieras.
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