La brecha de la productividad regional se representa en que desde la década de los años 60 el habitante latinoamericano medio presenta el 20% del ingreso de un estadounidense típico, mientras que otros países como España o Corea de Sur han logrado reducir esa diferencia.
Por ello, uno de los principales objetivos económicos de América Latina es el de lograr un significativo crecimiento en su productividad para alcanzar a países más desarrollados, según aseveraron durante la presentación del Reporte de Economía y Desarrollo (RED) 2018, “instituciones para la productividad: hacia un mejor entorno empresarial, publicado por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y presentado en Casa de América, en Madrid.
“El RED 2018 plantea unas recomendaciones de políticas públicas para mejorar la institucionalidad y pretende ser una herramienta para incentivar el estudio y el diálogo que, necesariamente, acompañe una agenda de reformas institucionales efectivas”, expresó José Antonio García Belaunde, representante de CAF en Europa.
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El informe analiza los diversos factores que inciden en el entorno productivo de los países de la región y muestra la necesidad de implementar reformas institucionales que mejoren el entorno empresarial y la innovación. Para ello, el reporte, analiza los factores que afectan a la productividad. Se trata de una muy baja productividad en todos los sectores que conforman la economía, la cual es transversal, “más que a una concentración de recursos en sectores de particularmente baja productividad” como ocurre en países más desarrollados, según afirmó Pablo Sanguinetti, vicepresidente de conocimiento de CAF.
Dos de los principales motivos que explican la tendencia de la baja productividad provienen de la estructura productiva que se establece, por lo general, en la región: por un lado el alto grado de informalidad productiva presente en la mayoría de las áreas económicas, y que no es exclusiva del segmento microempresarial, y, por otro, que un porcentaje elevado del empleo se concentre en empresas relativamente pequeñas, de menos de 10 trabajadores, algo que es especialmente pronunciado en los sectores de agricultura y comercio.
Pese a que desde los años 60 ha habido en América Latina avances en estabilización macroeconómica, apertura al comercio e inversión extranjera y un proceso de privatizaciones en ciertos sectores clave de los servicios públicos, todavía queda mucho por hacer. Las causas fundamentales de la baja productividad tienen que ver con las instituciones que condicionan el entrono productivo donde las empresas interactúan, el tejido empresarial, más allá del sector específico en el cual operan.
El informe de 2018 se adentra en cuatro ámbitos esenciales en los que esto ocurre y que sirven de referencia para abordar el análisis de la productividad con el fin de lograr mayores niveles del mismo: la competencia, el mercado de bienes y servicios en el que las empresas compiten; el acceso a insumos, las relaciones entre empresas y el acceso a otros bienes y servicios como insumos que se obtienen de otras empresas; las relaciones laborales, es decir la asignación entre empresas y el rendimiento dentro de las empresas; y, por último, el financiamiento, el desarrollo y acceso a los mercados de crédito, clave en la asignación del factor capital.
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En otros años el informe RED se ha enfocado en la gestión de infraestructura, los servicios financiero, o el emprendimiento y, según avanzaron en la presentación, la corrupción será el tema principal del estudio de referencia económico sobre la América Latina que aspira a ser una herramienta de estudio y diálogo para reformas institucionales.
La búsqueda de consensos para avanzar la agenda de reformas en pos de la productividad que ya existen, como la mejora de los marcos regulatorios, servirá como uno de los motores para impulsar el desarrollo económico y sostenible en la que se enfoca la región. Para alcanzar esos consensos, concluye el informe, lo importante será enfocarse sobre las iniciativas que sean indispensables para favorecer el desarrollo productivo. Así, la naturaleza horizontal de esta estrategia hace necesario potenciar las ventajas comparativas de los sectores económicos sobre los que se basan las economías de América Latina.
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