Por: Anie Silvie Marie Alvarez Samayoa, gerente General ALG – Guatemala
En función de la premisa de que las organizaciones permanecen en una búsqueda constante de procesos de mejora, así como que son el resultado de la sumatoria de las competencias de su talento y desarrollo humano, es de interés dirigir nuestra mirada a los fundamentos de la cultura organizacional, valores y principios que la integran, para fomentar una participación saludable y estratégica a nivel local, regional e internacional.
La palabra ética proviene del griego ethos que primitivamente significó: manera de ser, carácter. Esta definición nos conduce a un concepto más enriquecedor de su trascendencia en nuestro entorno global y de cambio acelerado, en apariencia una definición abstracta de llevarla a la práctica, sin embargo, el carácter de una organización también está construido de hábitos que requieren disciplina y reflexión diaria.
La ética empresarial no es cuestión de imagen y reputación, se convierte en parte del capital intangible de la organización. No se trata de no cometer errores ni de la búsqueda de la aprobación, se trata de identificar diariamente cómo podemos ser mejores, a toda escala. La ética comparte en denominador común con todos los valores: la cooperación, el resultado por el beneficio colectivo más allá de los intereses individuales.
¿Por qué nos confronta la ética aplicada a los negocios? ¿Por qué se convierte en clave de una estrategia de diferenciación empresarial? ¿Por qué los consumidores y usuarios finales se encuentran más identificados con empresas éticas y socialmente responsables?
Estas interrogantes podrían contar con una innumerable cantidad de respuestas, sin embargo, sus bases denotan que la ética es el resultado de la honestidad, veracidad y confianza para la construcción de relaciones sólidas y de largo plazo.
Por lo que la aplicación práctica de estos principios se convierte en un conjunto de decisiones individuales diarias, éticamente responsables, con impacto de integridad en el entorno, que a nivel organizacional se derivan de un liderazgo y gobierno corporativo orientado hacia la transparencia y el cumplimiento, enfocado en todas las partes interesadas de un ecosistema empresarial: accionistas, entidades de gobierno, clientes, colaboradores, sociedad en general y medio ambiente.
Cumplir con la legislación nacional e internacional vigente es un reto de visión holística con fines de responsabilidad social corporativa, que es coherente con el objetivo de que las empresas y organizaciones se definan como un motor económico, sostenido en un entramado de valores que impulsan el progreso de la sociedad y de un país.
Hay mucho camino por recorrer para estructurar un proceso de ética empresarial, capaz de ser un marco diferenciador en los negocios, al implementar buenas prácticas que construyan relaciones prósperas y duraderas, sin embargo, el primer paso es sensibilizarnos ante la importancia de la toma de decisiones con intención de mejora continua y excelencia.
En este sentido, el mundo empresarial e individual deben complementarse, es apasionante reflexionar sobre que: la familia es para la sociedad, lo que las empresas para un país. De esta manera las organizaciones de índole privado o gubernamental, PyMEs o corporaciones, serán semillero de valores para impactar y construir un clima de desarrollo profesional y empresarial sostenible y prolongado.
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