Todos hemos visto como la tecnología avanza a velocidades sin precedentes y este fenómeno está dictaminando una sentencia de muerte a las empresas que no se adapten con rapidez.
Por: María José Sucre
Directora General en Humanidea
(M&T)-. La competencia empresarial ya no se mide solo por la capacidad para adaptarse a nuevas tecnologías, sino por su habilidad para desarrollar y mantener el talento con la capacidad de aprender rápidamente. El futuro del trabajo está definido por la necesidad urgente de competencias tanto digitales como blandas, un desafío que está reformulando las estrategias de gestión de talento en toda Latinoamérica.
Las empresas que prosperen serán aquellas que inviertan en el desarrollo de habilidades claves. Aquí es donde el upskilling (mejora de habilidades existentes) y reskilling (formación de nuevas competencias) se convierten en una pieza esencial. Para los líderes, preparar a sus equipos para enfrentar la disrupción digital, sumada a los retos ambientales y económicos, no es una opción, sino una necesidad crítica.
De acuerdo con un informe del Foro Económico Mundial, se estima que para el 2025 el 50% de los empleados necesitarán un reskilling significativo. En América Latina, el Banco Interamericano de Desarrollo proyecta que para 2030 se crearán más de 23 millones de empleos en sectores emergentes como tecnologías digitales, energías renovables y salud. Estos empleos demandarán nuevas habilidades que muchos trabajadores aún no poseen.
Estas cifras reflejan una tendencia clara: el talento que será más valorado es aquel que tenga habilidades blandas como la capacidad de adquirir conocimientos de forma independiente y el hambre por mantenerse actualizado.
Uno de los grandes retos para las empresas es cómo implementar estos procesos de aprendizaje de manera eficiente y sostenible. Aquí, las plataformas tecnológicas juegan un rol clave. Permitir que los colaboradores autogestionen su propio desarrollo a través de soluciones en línea que les faciliten plantearse metas claras para desarrollar nuevas habilidades y empoderarse de su crecimiento profesional. Estudios demuestran que los empleados que pueden aprender a su propio ritmo son más productivos.
Una de mis frases favoritas es: “lo que no se mide no se puede mejorar”. Por eso, además del desarrollo continuo, la evaluación del desempeño y la retroalimentación, son cruciales.
No basta con ofrecer herramientas de aprendizaje; es esencial medir el impacto. Las evaluaciones periódicas permiten ajustar las trayectorias de desarrollo, identificar áreas de mejora y celebrar logros, lo que fortalece el compromiso del equipo. Invertir en tecnología que permita a los colaboradores tomar el control de su desarrollo también genera una cultura enfocada en crecimiento.
El reskilling y upskilling ya no son tendencias emergentes, sino la nueva normalidad. Los CEOs que reconozcan esta realidad estarán mejor posicionados para guiar a sus empresas hacia el éxito en un futuro lleno de amenazas, pero también de oportunidades.
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