Por: Ricardo Pescod – Especialista en Estrategia, Transformación Organizacional y Cambio Cultural
rpescod@growthcr.com
Hoy en día es difícil no sucumbir al bombardeo mediático y comercial existente acerca de la necesidad de hacer una transformación digital o tecnológica si se quiere sobrevivir como organización. Sin embargo y a pesar de lo mucho que se habla del tema, para ser exitosos es indispensable transformar antes la cultura organizacional y los procesos de planeación, diseño y ejecución estratégica, de lo contrario la tecnología por si sola no será suficiente para sobrevivir a los vertiginosos cambios en el mercado y el entorno actual.
Se apuesta mucho a la tecnología como catalizador de innovación, cuando en realidad deberíamos enfocarnos a lo interno, evaluando si nuestra cultura y sistemas de trabajo fomentan y recompensan la innovación como un valor esencial. Sin importar cuánto se invierta en tecnología, al final del día son personas quienes operan esta tecnología, analizan los datos, interactúan con el cliente, fabrican los productos, ejecutan la estrategia y quienes al final toman las decisiones importantes. El factor humano es y será siempre elemental para el éxito de cualquier organización.
Presionados por obtener mejores resultados, muchos líderes se olvidan de la cultura organizacional, la dejan a la deriva y se la encargan al departamento de recursos humanos, convirtiéndola en un factor secundario para el negocio o construyen culturas enfocadas en resultados, también llamadas “results culture”, las cuáles son binarias, cortoplacistas y en la que las personas son o ganadoras o perdedoras, autoseleccionando los miembros que permanecen en la organización bajo esos términos. Más efectivo y congruente sería enfocarse en construir una cultura de desarrollo y crecimiento, o un “growth culture”. Este tipo de culturas están motivadas a aprender, a desarrollarse y a experimentar.
Construir una cultura capaz de atraer, cultivar y, finalmente, retener talento con competencias congruentes a nuestra estrategia es entonces esencial para lograr la innovación, flexibilidad y aceleración necesaria para generar ventajas competitivas y crecimiento. Las organizaciones con más probabilidades de éxito son aquellas adonde la cultura y la ejecución estratégica están integradas. Sin esta integración, una cultura fuerte podría hacer fracasar el esfuerzo estratégico.
El secreto de esta transformación es que una no opaca a la otra. No es necesario poner en pausa la estrategia para crear una cultura organizacional óptima. En la práctica, la cultura y la estrategia van de la mano, ya que ambas deben complementarse y ser congruentes entre sí. Una se alimenta de la otra. La cultura adecuada crea el ambiente que permite que la estrategia se ejecute eficazmente y la ejecución eficaz de la estrategia, a su vez, legitima y alimenta la cultura, reforzando sus valores.
Sin duda alguna, este es un proceso difícil pero impostergable si se desea ser competitivo en el mundo actual.
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