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El ABC de la economía circular

Por Miguel Soto

Hoy en día producimos más bienes que nunca en la historia. Teléfonos móviles, vehículos, computadoras, etc. Esto ha permitido que las organizaciones alcancen niveles de riqueza sin precedentes. Y aunque pareciera que este sistema es óptimo, cuando se toman en cuenta otros factores que no sean el beneficio de la empresa, es evidente que no.

La economía de nuestra sociedad opera bajo un modelo lineal, o sea, que empieza en el punto A, extraer recursos naturales del ecosistema; pasa por B, crear productos; y termina en C, desechar lo que no sirve.

A medida que la población mundial aumenta, también la demanda de productos. Y con ella la necesidad de extraer más y más recursos del medio ambiente. De acuerdo con el World Resources Forum (WRF) la demanda por estos medios incrementó en un 45% entre 1980 y 2005, con una tendencia igual en los años posteriores y hasta la fecha. Este comportamiento ha reducido las de reservas de petróleo y gas natural, por ejemplo, a niveles preocupantemente reducidos.

Por otro lado, los niveles de contaminación, producto de los embaces, envolturas y demás desechos aqueja cada vez más el medio ambiente. De acuerdo con las Organización de las Naciones Unidas (ONU) si este comportamiento continua, para el 2050 habrá más plástico que peces en el mar.

Como respuesta a esta conducta emerge el concepto de economía circular. ¿Qué es?

De acuerdo con el Foro Económico Mundial (FEM), es un “sistema industrial diseñado con la intención de ser restaurativo y regenerativo. Reemplaza el concepto de “fin de vida” con restauración, y se mueve hacia el uso de energía renovable, elimina el uso de desperdicios químicos tóxicos, que imposibilitan el reúso y retorno al ecosistema, y apunta a la eliminación del desperdicio a través de un diseño superior de los materiales, productos y modelo de negocios”.

Básicamente busca reemplazar el modelo lineal, por uno circular. Donde el punto de partida del ciclo es un concepto conocido como eco-diseño. Este busca que tanto los productos, como los modelos de negocios sean sostenibles y responsables.

Las organizaciones pasarían de vender productos, a ofrecerlos como un servicio. Por ejemplo, una empresa que ofrece el servicio de impresoras: Los usuarios, antes consumidores, firmarían un contrato con la empresa dueña de la impresora, en donde a cambio de pagar mensualmente, recibirían el aparato; servicios de mantenimiento, en caso de una avería; gasto de operación, como electricidad y materiales, como papel y tinta; actualizaciones del software; etc.

Esto forzaría a las organizaciones a fabricar productos de una calidad superior, eliminando la obsolescencia programada. Reduciría los costos de producción de los bienes, puesto que en el caso de que un aparato llegue a averiarse, o salga una nueva versión, pueden desmantelar la versión anterior. Por supuesto que requeriría de un cambio total del diseño de los productos, donde los desechos se reduzcan al mínimo, y sean reutilizables al máximo.

Bajo este modelo, no solo las organizaciones experimentarían un cambio, sino también las personas. Como mencioné arriba, dejaríamos de ser consumidores de bienes y pasaríamos a ser usuarios de un servicio. La sociedad experimentaría un cambio de paradigma en donde dejaríamos de ser dueños de cosas.

Bajo este modelo ya existen empresas líderes. Tal es el caso de “Close the Loop” una empresa que transforma cartuchos de impresoras viejos y plástico suave en carreteras. O la empresa canadiense Enerkerm, que combierte el plástico en combustible para los vehículos. Queda por ver qué rumbo tomarán el mundo y las empresas cuando el modelo tome protagonismo.

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