El giro comercial, entiéndase, aquella actividad lucrativa de carácter usual sobre la cual la empresa desarrolla su negocio es gestionada con base al año fiscal, es decir, en relación con la temporalidad tributaria sobre la cual una determinada operación de mercado es dada para la precisión de su renta gravable dada por las utilidades y su correspondiente pago impositivo.
Por: Dr. Juan Diego Sánchez Sánchez, Ph.D
Asesor y analista financiero, abogado, profesor e investigador
(M&T)-. Este periodo en cuestión, aunque puede diferir en función de la jurisdicción y la norma territorial de cada país, suele estar coligado al año natural, abarcando los doce meses de enero a diciembre, ligándose así al fin de año y las obligaciones devenidas.
En esta línea, llama la atención como la gestión tributaria y el cierre del año comercial asociado a la operación estratégica de la empresa, parecen estar relacionados estrechamente, en particular atención a la temporalidad de ocurrencia, pues ambas señalan dar inicio en el primer mes del año, para finalizar consecuentemente en diciembre, precisando así un entrelazamiento entre los patrones ligados a la gestión tributaria y aquellos elementos y pilares que definen el funcionamiento mismo de la organización, esto desde la concepción de la estrategia comercial, de mercado y financiera en general.
Para estos efectos, vale señalar la importancia del concepto del arquetipo sistémico empresarial, el cual va de la mano, precisamente con la concepción estratégica de un negocio, y que encuentra su fundamento en un ideal de funcionamiento y visión mercantil, es decir, conlleva el establecimiento de un parámetro a seguir, el cual define el rumbo y las tácticas operativas que la institución debe trazar en aras de alcanzar esa situación única sobre la cual crea su visualización futura. Este concepto debe ser estructural y viral a lo interno de la entidad, es decir, debe representar un modelo de conducta organizacional que este basado en principios, valores y particularmente, en políticas que permitan constituir el alcance de este deber ser empresarial.
Ahora bien, el arquetipo denota una estructura ordenada y fundamentada de un precepto admirable, el cual revela ser la meta a alcanzar, pero no necesariamente señala el cómo o la ruta a seguir para estos efectos, por lo cual es menester recurrir a la ordenación del pensamiento organizacional basado en engramas, que hacen mención a la definición de normas programáticas del axioma mismo de la realidad y su interpretación, los cuales contestan al qué y el cómo, señalando ser a su vez, puntos ligados a la permisión y limitaciones del comportamiento de los individuos dentro de la empresa, pues establecen modelos interactivos de pensamiento y fundamentación de la moral colectiva de la unidad económica.
Puede observarse que el arquetipo sistémico señala ser una idea estructural añorada de la situación idónea de la empresa, mientras que el pensamiento engramático implica la creación de modelos perceptivos, ligados incluso a redes neuronales simuladas, las cuales permiten la estipulación de políticas, y más importante, de reglas que definan la conducta de los individuos relacionados con la institución, dando así carácter de persona aprendiente e inteligente a la entidad, esto en función de su entorno, y de si misma como ente dinámico.
Esta implicación bipartita de un ideal futuro y un modelado estructural de la realidad empresarial no debe ser absoluto e inamovible, sino que debe cambiar con base a la realidad económica, comercial y social de la entidad, presentando un estrecho ligamen con el cierre del año fiscal y comercial, evidenciando así la necesidad de un análisis a fondo de sus estipulaciones con la llegada del mes de diciembre.
En este punto se recalca la idea de organización pensante e inteligente, la cual está sujeta a cambios intempestivos y adecuaciones fundamentadas en su entorno, señalando que los denominados propósitos y metas un nuevo año, no parecen ser únicamente elementos asignados para las personas físicas, y en su abordaje desde la óptica empresarial, no deben ser definidos únicamente en materia financiera, operativa y rentable, sino en la precisión de la entidad como persona con carácter y vida orgánica.
En línea de lo anterior, puede disponerse la cuasi obligación de la alta dirección de asociar y evaluar el arquetipo empresarial, así como los engramas organizacionales de conducta, al cierre del año natural y fiscal, esto pues, su señalamiento como factores de fundamentación de la vida misma de la persona jurídica es univoco, y tal cual un ser humano plantea sus metas y propósitos para el año venidero, esto es extrapolable al pensamiento orgánico de una institución.
Sin duda la gestión del conocimiento mercantil es de gran importancia en el crecimiento y prevalencia en el tiempo, donde su idealización debe ser definida en términos de la organización como persona inteligente, señalando que el cierre de año es una oportunidad atinente para el replanteamiento sistémico de arquetipos engramáticos que aseguren la integralidad empresarial.
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