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¿Cómo evitar que la tecnología aumente la desigualdad en la región?

La revolución digital supone un riesgo de que sus tecnologías acrecienten la gran brecha social en Latinoamérica, pero si se consigue que sean accesibles a toda la población y que todos aprendan cómo utilizarlas ofrece un gran potencial de crecimiento.

Estas fueron las ideas dominantes del undécimo Foro Económico sobre Latinoamérica y el Caribe organizado en París por el Gobierno francés, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dedicado a evaluar si la tecnología es un vector de desigualdad.

“Eso no tiene por qué ser así”, aseguró el presidente del BID, Luis Alberto Moreno, que contó cómo la difusión de los teléfonos inteligentes sirve para reducir la pobreza en Latinoamérica, porque ha permitido a muchas personas acceder a servicios financieros digitales en una región en la que cerca del 40 % de la población carece de cuentas bancarias.

Según Moreno, si los gobiernos latinoamericanos invirtieran más en inteligencia artificial, se podría incrementar “en casi un punto” el producto interior bruto (PIB). Una cifra muy significativa teniendo en cuenta que la OCDE sólo espera un crecimiento del 1,7 % este ejercicio tras el 1,2 % de 2018.

El secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, advirtió de que el hecho de que casi un 40 % de la población latinoamericana no tenga conexión a internet es “un riesgo para una mayor fractura social” que hay que combatir.

Sobre todo porque a su juicio la nueva era digital ofrece “oportunidades” para las cuatro “trampas del desarrollo” que su organización señala en su último estudio dedicado a la región: la de la productividad, la del “aplastamiento” de las clases medias, la institucional, y la medioambiental.

El desafío para la equidad y para el mantenimiento del contrato social que garantiza la estabilidad no existe sólo en Latinoamérica, como explicó el secretario de Estado francés de Asuntos Digitales, Cédric O, que dijo que en su país -miembro del G7- 13 millones de personas, la quinta parte de la población, no utiliza internet.

La exclusión de sectores tan importantes amenaza con generar fenómenos de protesta y de rechazo social, indicó O, que se refirió a los “chalecos amarillos” que han sacudido el sistema político francés desde mediados de noviembre.

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