El temor colectivo ocasionado por el Covid-19 hizo que este 9 de marzo los mercados internacionales vivieran otro “lunes negro” con todas las cotizaciones en rojo. En España, el Ibex 35 cayó más de un 8%, el descalabro bursátil se repitió por toda Europa y alcanzó a Estados Unidos. Esta caída recuerda a la vivida tras el anuncio del Brexit, y ocurre en un momento en que el precio del crudo también se desploma.
En el caso de los precios del petróleo, su descenso se debe no solo al miedo al Covid-19. Las tensiones geopolíticas y la guerra de precios que mantienen Arabia Saudita y Rusia mantienen en vilo a gobiernos y mercados, y las empresas del sector ven caer tanto sus beneficios operativos como sus ganancias en bolsa.
Ante esta situación de incertidumbre cabe preguntarse, ¿esperamos una profunda recesión económica o hay un resquicio de esperanza?
Las fábricas chinas paran, el mundo se detiene. La situación de emergencia derivada de la propagación del virus nos está conduciendo a una parálisis total, con el cese de actividades económicas, la ralentización de las economías (principalmente las desarrolladas) y la cancelación de eventos de distinta índole y envergadura.
Muchas empresas están optando por disminuir al máximo los contactos personales mediante el teletrabajo y las reuniones por videoconferencia. Esta disrupción en la economía mundial será mayor cuanto más se prolongue el efecto negativo del coronavirus.
Hablando en cifras, BE estima que habrá una desaceleración cercana al 5% en el PIB chino, (que actualmente supone cerca de un 17% del PIB mundial). Por su parte, la OCDE estima que las economías de Camboya, Vietnam, Corea, Japón, Chile, Estados Unidos, India, Australia, Brasil y Rusia son las más vulnerables al parón chino y la ruptura en la cadena de producción.
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Asumiendo el mejor escenario, en el que la persistencia del impacto del Covid-19 no sería prolongada, BE pronostica un retroceso respecto a la tasa de crecimiento prevista de un 0,4% a nivel mundial, afectando sobre todo a Hong Kong, Corea del Sur, Brasil, Australia, Indonesia y Japón, pero también a países europeos, fundamentalmente Alemania y Francia, aunque España e Italia también aparecen en el ranking de países afectados.
La persistencia del efecto Covid-19 puede hacer mucho daño a la economía mundial, suponiendo un verdadero freno al desarrollo pero la historia nos demuestra que los momentos de crisis se pueden aprovechar. La situación excepcional que estamos viviendo puede servirnos para comenzar a transformar el mundo, impulsando los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). El fin de la pobreza, educación de calidad, energía asequible y no contaminante, trabajo decente y crecimiento económico, reducción de las desigualdades, ciudades sostenibles, producción y consumo responsables y acción por el clima, son algunos de ellos.
Ante el color rojo catastrofista que perfilan los mercados, los cuales valoran las expectativas de que la situación generada por el SARS-CoV-2 se perpetúe en el tiempo, la economía mundial debe apostar por enfrentarse al reto que estamos viviendo y aprovechar la oportunidad para comenzar a construir un marco económico mundial mucho más justo, respetuoso y sostenible. Tenemos la oportunidad de empezar a cambiar las cosas tiñendo de verde esperanza el futuro económico.
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