Por Isaac Cohen, Analista y consultor internacional, ex-Director de la Oficina de la CEPAL en Washington. Comentarista de economía y finanzas de CNN en Español TV y radio, UNIVISION, TELEMUNDO y otros medios.
(M&T)-. El gobierno de China adoptó una política de “Cero-COVID” incluyendo un conjunto de medidas estrictas, tales como quedarse en casa, transferencia de personas infectadas y de sus contactos cercanos a centros de cuarentena, junto a pruebas masivas y localización de contactos, restringiendo drásticamente el tráfico hacia y dentro de las ciudades cerradas. El director de la Comisión Nacional de Salud de China Ma Xiaowei, citado en el New York Times (04|20|22, explicó: “nuestro país tiene una población grande, el desarrollo regional es disparejo, y los recursos médicos generalmente son inadecuados.”
Basándose en el bajo número de fallecimientos e infecciones y en contraste con las políticas aplicadas en otras partes del mundo, la política de “Cero-COVID” ha funcionado, hasta que la variante Ómicron llegó a las ciudades principales. Comenzando en marzo, el número de casos ha aumentado en la ciudad de Shanghai, el centro económico y financiero de 26 millones de habitantes que contribuye un quinto a la producción nacional.
Desde el 1 de abril, según el Wall Street Journal (04|23-24|22), Shanghai ha estado cerrada estrictamente para confrontar un amento de nuevas infecciones, desde la cúspide de 28,000 el 13 de abril, a 17,500 el 21 de abril y sólo 39 fallecimientos desde el 1 de marzo.
A juzgar por estas cifras, el cierre drástico de este centro urbano principal ha logrado contener la propagación del virus. Sin embargo, el impacto del cierre sobre la economía todavía está por estimarse, con el virus propagándose hacia otras ciudades, tales como Beijing y otros 20 centros urbanos, mientras que el crecimiento económico de China está disminuyendo. El Fondo Monetario Internacional revisó hacia abajo, a 4.4%, la última proyección del crecimiento de China en 2022.
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